REUNIDOS EN NOMBRE DEL SEÑOR
- seminariomayortuxp
- 8 sept 2017
- 3 Min. de lectura

Ez 33, 7-9; Sal 94; Rom 13, 8-10; Mt 18, 15-20
XXIII domingo ordinario, Ciclo A
10 de septiembre de 2017
El evangelio de san Mateo fue escrito en el año 64 al 110 d. C. En el año 70 el templo de Jerusalén es destruido; ante este hecho los rabinos buscan restaurar el judaísmo en torno a la ley de Moisés.
Simultáneamente los discípulos de Jesús van estableciendo comunidades cristianas.
En este contexto, Mateo proclama que Jesús no es un falso profeta, sino el verdadero Mesías; Él es el nuevo Moisés portador de la vida nueva. Por Cristo está naciendo el nuevo Israel; con el resucitado se convoca la nueva Iglesia. Destruido el Templo, Jesús resucitado es la nueva presencia.
1. La comunidad cristiana es el Reino de los cielos.
Mateo ve en la comunidad la fórmula precisa de hacer presente el Reino de los cielos, a través de: la enseñanza y los hechos (testimonio de vida). Sólo nos detendremos en la primera.
a) La enseñanza: La organización de la comunidad de los creyentes está sustentada en la comunión de todos y en un nuevo estilo de vida marcado por Jesús. El evangelista san Mateo remarca tres acentos: atención preferencial a los pequeños y débiles en la fe; a los extraviados. Ellos son personas y, son importantes para Dios; la corrección fraterna, es una manera de reforzar la comunión de vida, y aunado a ello está el perdón incondicional entre todos los de la comunidad, la cual es un reflejo de la presencia de Dios.
Los discípulos saben perfectamente bien que necesitan mantener viva la presencia de Dios entre sus seguidores, de ahí que: “donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.
2. Reunidos en nombre del Señor.
No es una reunión cualquiera, realizada por costumbre, por disciplina o por sumisión a una ley. El clima que se respira y se vive en ella, es de otra índole.
Los seguidores de Jesús, “se reúnen en su nombre” porque son atraídos por Él, su vida, su mensaje, su actuar, son animados por su Espíritu. Jesús es para ellos la razón principal y el aliento de las comunidades. Es la fuente del encuentro entre los hermanos y motivo de corrección entre ellos.
En su reunión está Él presente. Precisamente en este contexto cabe la pregunta ¿Quién soy yo para ustedes? Pero no se trata sólo de doctrina, porque a veces el conjunto de verdades no me motiva mucho. Se trata de tener un contacto vivo con Él, para que sea el centro de mi vida.
3. Jesús, centro de nuestra vida.
Lo primero y decisivo de nuestra vida es poner a Jesús como el centro de nuestra vida y del cristianismo. Asistir al Templo, a veces ayuda convertir a Cristo en un “objeto de culto”. Actualmente se necesita conocerlo de manera viva, concreta, para contagiarnos con pasión por su proyecto: “El Reino”.
Tenerlo como el centro de mi vida es asumir sus palabras, gestos, acciones, reacciones, trato, su manera de ser y de obrar. De tal manera, que nos preocuparía mucho lo siguiente: así se preocupa Dios por las personas, así las trata, así las mira, así las escucha, así las busca, así las bendice, así muestra su misericordia…
Reunirse en su nombre no es un simple culto, es buscar lo que le agrada, lo bueno, lo perfecto…
Pbro. Gilberto Lorenzana González
Formador en el seminario
Diócesis de Tuxpan
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